LA IGLESIA Y LAS MISIONES
Esdras Barranco Jiménez.
Misionero.



La iglesia es el cuerpo del Señor Jesucristo, y por serlo tiene el mismo sentir de Jesús, que todas las almas sean salvas. Esta misión específica fue encomendada a los primeros creyentes y estos dejaron el legado a los siguientes y es así como hasta el día de hoy se ha ido desarrollando la misión de la predicación del evangelio, añadiendo el Señor a su iglesia cada día los que han de ser salvos.

La misión fundamental de la iglesia es la de proclamar las buenas nuevas de salvación, a través de sus miembros.

Juan 16:16 dice el Señor a sus discípulos que más tarde fueron los primeros creyentes y miembros de la Iglesia, “No me elegisteis vosotros a mi, antes, yo os elegí a vosotros, para que vayáis y llevéis fruto y vuestro fruto permanezca”

1 Pedro 2:9 lo confirma el Señor a través del Apóstol al decir bajo la inspiración del Espíritu Santo: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anuncies las virtudes de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”

Lo primero de lo que hay que estar seguro y convencidos es que hemos sido escogidos por Dios, lo cual es un gran privilegio. Además, al ser escogidos por Dios, no sólo él


vio en nosotros virtudes o cualidades, las cuales también no las dio él desde que nacimos, sino que él nos proveyó de capacidades que no teníamos, dándonos talentos, dones y recursos por el poder de su Santo Espíritu en nosotros.

Mateo 25: 14-15 “Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos, y les entregó sus bienes…. A cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.

Efesios 4:8-9 “Pero a cada uno e nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”.


Para poder desarrollar el propósito de Dios, él mismo nos ha dotado de capacidades sobrenaturales, que son dones o talentos, que debemos desarrollar y multiplicar sabiendo que nos tocará dar cuenta de los talentos recibidos.

El Señor Jesús, siendo Dios Todopoderoso, creador de todas las cosas, y quien ama de verdad a todas las almas, dio su vida por todos, y quien tuvo un buen grupo de seguidores, dedicó gran parte de su tiempo a la capacitación y formación de un grupo selecto de los suyos. Encomendó la misión evangelística a 70 de sus discípulos y luego evaluó el trabajo hecho por ellos. Bien podía por una acción milagrosa hacer que todos los hombres procedieran al arrepentimiento en un mismo instante, pero en su voluntad soberana ha querido hacer participe a los hombres del gran privilegio de anunciar las buenas nuevas
de salvación, para que también tengamos el privilegio del sentir el gozo de ver un alma salva, transformada por el poder de Dios y llena de las promesas de Dios.


Los discípulos del Señor, entendieron esto, y lo trasmitieron a los primeros creyentes, y estos a su vez a los que han ido llegando, dando el Señor por su Espíritu la convicción de pecado, juicio y justicia a cada uno de los oyentes atentos al evangelio, y llenado de gozo los corazones de ellos al salvarles.

La experiencia de la salvación es tan maravillosa, que el que la vive, no puede quedarse cayado, sino que al mismo tiempo siente el deseo que compartir su experiencia personal con sus cercanos, haciendo así que estos también prueben y sean participes de la salvación de Dios. 1 Juan 1: 1-3 “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre …”.

La iglesia primitiva dedicó gran parte de su tiempo a compartir la experiencia personal, Hechos 5:42 y aunque hubo persecución y ataques del enemigo, el Señor les respaldó maravillosamente y añadía a la iglesia los que habrían de ser salvos.






El crecimiento numérico de las congregaciones traía, como es de esperarse, gran gozo a la comunidad cristiana, pero el Señor también quiere que otros pueblos conozcan su salvación y sean participes de la vida eterna, por lo que permitió que fueran esparcidos por toda la región, a diferentes países, pero los esparcidos, al lugar donde


llegaban iban compartiendo su experiencia personal, y el Señor les respaldaba con milagros, prodigios y dando convicción a los oyentes, para que creyesen al evangelio de la salvación. Esto nos enseña que no sólo hemos de conformarnos con estar gozosos, sino que debemos buscar que el Señor esté contento, esto depende de que la iglesia extienda su mirada a otros campos y extienda su territorio, predicando y anunciando las buenas nuevas a los que aún no las han escuchado.

La predicación del evangelio debe hacerse bajo la dirección del Espíritu Santo, indicando éste donde debemos predicar y donde no, ya que él sabe donde esta el fruto maduro y necesitado de ser recogido. Es el Espíritu Santo el que selecciona quien ha de predicar en un lugar determinado, Hechos 13:1-2, también es el Espíritu Santo el que determina y dirige a donde se debe predicar, y donde aún no es tiempo, Hechos 16:6-7. La iglesia es el cuerpo del Señor Jesús, y por ende tiene el mismo sentir del Señor, la misma visión del Señor, y el mismo Espíritu del Señor, el Espíritu Santo. El Señor Jesús es soberano y en su gran señorío es el que dirige a los predicadores por su Espíritu indicándole la necesidad de los oyentes, y dándole al predicador en mensaje necesario para el momento, y dirigiendo al predicador sobre el lugar donde presentar el mensaje.



Aunque la iglesia de hoy ha crecido, sin embargo, el Señor Jesús sigue siendo el mismo, señor y amo de su iglesia, con el mismo sentir del principio y con el mismo deseo que salvar a los hombres, y usando a todos lo que le obedecen y se ponen en sus manos para cumplir con la misión fundamental que nos encomendó desde el principio.

El Señor encomienda a todos los creyentes la comisión, y cada uno debe contar cuan grandes cosas que Dios ha


hecho en su vida, (su experiencia personal), pero también el Señor Jesús, por su Espíritu, escoge quien ha de dedicarse de tiempo completo al ministerio de la predicación, Hechos 13:1-2, pero a la iglesia o congregación encomienda la responsabilidad de enviarles a la misión, lo que incluye ayudar al misionero o predicador, en su sostenimiento material y espiritual, Hechos 13: 3

Todo enviado necesita de la ayuda espiritual, porque va a un territorio virgen, donde las tinieblas son densas, donde el enemigo no ha encontrado oposición, donde tiene libre señorío, y es allí donde las luchas espirituales son muy duras, y donde se necesita que la luz de Cristo que lleva el enviado, no se apague, sino que se sostenga, para que las tinieblas empiecen a retroceder. Ese respaldo espiritual, es muy importante y fundamental, por que la iglesia debe organizar programas de oración y apoyo por el enviado al campo de batalla, para que el Señor le sostenga y le de compañeros en la fe, nuevos creyentes, que son el gozo de todos los que predicamos el evangelio del señor Jesús.

Además, el respaldo económico es fundamental, para que el misionero o evangelista, esté tranquilo en esa área, y la comunicación y comunión con los que le enviaron, también es muy importante, pues las palabras de ánimo son un gran estimulo y ayuda en la soledad del trabajo.


Cuando la iglesia tiene el sentir, el Espíritu y la visión del Señor Jesús, ve con los ojos del Señor y siente lo que sintió el Señor. Lucas 10:2 “Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies”. Esta es una oración ordena por el Señor y que no debe faltar en la iglesia, la intercesión y el clamor por los que aún no conocen la salvación de Dios. Y además la iglesia tiene el sentir del Señor Jesús, Mateo 9:36 “Y al ver
las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. Tal compasión debe llevar al creyente y a la iglesia como congregación a tomar una decisión y hacer todo el esfuerzo espiritual, económico, y enviar quien les predique e indique el camino de la salvación y de la vida eterna en Jesús.

Hay momentos en que la carga por los perdidos es tan grande que uno quisiera desesperadamente ir decirles el camino, pero el trabajo en el Señor lleva un orden, porque si este no se tiene en cuenta podemos perder a los ganados al descuidarlos, o abandonarlos sin que aún hallan crecido lo suficiente como para sostenerse solos.

El trabajo no es sólo anunciarles el camino de salvación, sino que a los que han aceptado al Señor, hay que dedicarle mucho tiempo en la formación de sus vidas cristianas, para que crezcan en la fe, se consoliden en la doctrina, en los fundamentos espirituales y ellos puedan luego enseñar a otros la fe. El Señor dedicó gran parte de su tiempo a formar un grupo de discípulos a los que más tarde les encargó el ministerio de anunciar al resto del mundo el mensaje de la salvación. Es por eso que se necesita la dirección del Espíritu Santo, no sea que motivado por ver a los perdidos se descuiden los ganados, lo cual al final pude ser una trampa del enemigo.

Para salvar a los otros necesitamos capacitar, formar y orientar a los que se van convirtiendo para que sigamos así el propósito del Señor y veamos su respaldo en lo que hacemos. Esta labor se llama discipular a los nuevos convertidos, hasta que Cristo sea formado en sus corazones.

Dios nos ayude a hacer conforme a su voluntad soberana el trabajo encomendado y nos dirija en la toma de decisiones, porque los ministros nos debemos a la iglesia y no es la iglesia la que se debe a los ministros. Primero es la iglesia y luego los ministros, si entendemos esto, entonces no vamos a exigir, sino a conservar el amor por las almas con el sentir del Señor Jesús, y la tranquilidad y confianza en el que nos llamó, nos hará trabajar sin recelos, desconfianzas, ni resentimientos, las que son trampas del enemigo para impedir que las almas crezcan en el conocimiento de Dios,


Dios le bendiga grandemente y nos permita ganar almas para su reino.


Atentamente;


Esdras Barranco Jiménez
Misionero en Panamá

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